Angel de luz
doble concierto para percusión, orquesta de cuerda y arpa
(2014-2015)
18’
2 percusionistas
Formación : Orquesta sinfónica
Estreno : 5 de junio de 2015. Auditorio Alfredo Kraus
Intérpretes solistas: David Hernández y Francisco Navarro (percusión) y Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Director: Gerog Fritzsch
Comentarios : Debo reconocer que me atrae especialmente el formato de concierto con solistas cuando recibo un encargo sinfónico. Testimonio de ello han sido mis conciertos para oboe de 2006 y para piano de 2010. Ángel de luz nació por encargo de la Fundación SGAE y la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, dentro del programa Incentivos a la creación musical: obras sinfónicas por encargo, para ser estrenada por Per-QT Dúo y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. La obra, escrita durante 2014 y revisada en 2015, surge como un homenaje de amistad, estando dedicada a Francisco Navarro, quien fuera alumno mío durante cuatro años y a David Hernández, a quien conozco desde niña y con quien he compartido muchos momentos musicales a lo largo de mi vida.
En esta obra he mantenido la tendencia que sigo en muchas de mis últimas creaciones musicales, que consiste en realizar citas y transformaciones de obras de repertorio así como de obras de mi propia autoría. En este caso Ángel de luz, cuyo título proviene de la 7ª Sinfonía de Einojuhani Rautavaara (1928), toma como punto de partida una de mis composiciones favoritas: Luz de tinieblas para dos violonchelos, dos contrabajos y piano, compuesta en 2012. He adaptado, transformado y desarrollado una de sus secciones principales. Al cambiar la instrumentación y al añadir música nueva para la percusión, la obra adquiere otra entidad, pudiendo encuadrarse en lo que el compositor y pianista australiano Percy Grainger (1882-1961) denomina elastic scoring. El concierto se cierra con dos citas musicales: un motivo de enorme fuerza vital extraído de las cuerdas del final de la 9ª sinfonía de Beethoven, que se superpone a un fragmento extraído de mi concierto para oboe y dos grupos orquestales, estrenado en 2009 por la OFGC y su solista de oboe Salvador Mir.
La partitura se desarrolla en un único movimiento, aunque se articula en tres grandes partes que llevan por títulos Entre tinieblas, Ángel de luz y Rituales primitivos. Cada una de ellas explora los múltiples y diferentes timbres de la sección de percusión, que se distribuye por gran parte del escenario. Ésta se organiza en varios sets o conjuntos: por un lado las marimbas, protagonistas de Entre tinieblas junto a congas, tam-tams, discos de acero y bombos. En los laterales se concentran instrumentos más resonantes, que protagonizarán la segunda parte, Ángel de luz. Destacan aquí los sonidos envolventes producidos por vibráfonos, xilófonos, glockenspiel, crótalos, gongs, cortinas y platos suspendidos. Asimismo, un conjunto de membranófonos como los toms, bombos, bongós además de un tambor herreño construido específicamente para este evento por D. Dámaso Padrón, tomarán el relevo en la sección final Rituales primitivos. La mayor dificultad radica precisamente en la gran variedad de instrumentos a utilizar a lo largo de la obra, que exige de sus intérpretes un control exhaustivo en las diversas técnicas de baquetas y formas de percutir para empastar equilibradamente con la orquesta de cuerda.
Sin ser una obra tonal, la nota Re surge como eje vertebrador al principio y final del concierto. La música aparece como de “entre tinieblas”, partiendo de una sonoridad oscura a cargo de los contrabajos que se mezclan con diferentes ruidos provenientes de los arcos en sobrepresión, col legno, golpes percusivos en las cajas de resonancia, etc. Esta breve introducción, que va in crecendo, se caracteriza principalmente por el elemento rítmico y por un tratamiento de masa orquestal que evoluciona en bloques armónicos arpegiados. Esta primera parte concluye anunciando un motivo rítmico de cuatro semicorcheas en forma de ostinato que predominará posteriormente en los Rituales primitivos.
La segunda parte, Ángel de luz, supone un contraste evidente por el cambio de instrumentación -los idiófonos entran en escena- así como por la claridad textural. Las líneas se aligeran, la sonoridad se vuelve más cristalina destacando el lirismo de los solistas de los diferentes grupos de la cuerda. La armonía, basada en acordes consonantes pero sin ser tonal, se torna delicada, luminosa, brillante, y fluye hacia una cadenza de los solistas que se interpreta en las marimbas. La tercera y última parte irrumpe impetuosamente como si de una danza ritual primitiva se tratase. El ostinato rítmico de cuatro semicorcheas, cuya orquestación aumenta progresivamente en densidad, sirve de base a un despliegue virtuosístico de los percusionistas sobre los parches que pone el punto final a la obra.